14 feb 2012

d






no tuve la boda
no tuve que explicar

no tuve los hijos
ni siquiera los perdí

no tuve la casa
no hay planos en los rincones

no tuve el perro gato pájaro enjaulado
no compré nada

no tuve fines de semanas ni primeras comuniones
no tuve un vestido elegante

no tuve que sufrir en el xxi
porque siempre viví en el xx

no tuve peleas ni guantes para sobrellevarlas
no tuve que girar la llave

no tuve que conocer la nieve
no tuve que salir de casa

no tuve que coser doblar oler tu ropa
no tuve que pintarme la piel

no tuve que estar triste
no tuve que ser feliz

no tuve que imantar a mis amigos
no tuve que dibujar en las orillas de las albercas

no tuve que cazar linces
no tuve que romper el relámpago
no tuve que subir a los trenes
no tuve que ser alguien en la vida de nadie




11 feb 2012

caminant





Escucho al Nano.
Escucho su voz en una lengua que me lleva a un tiempo
cuando caminar en el campo crecía niños en hombres y mujeres en espigas.
Escucho al Nano y leo a Federico (el de España y al que esta patria asesinó).
Y me resulta todo tan familiar.
Porque quizá no te has enterado pero cada que entra en el oído
esa voz inexplicable del pequeño catalán,
está tu juventud y mi niñez a un palmo en la memoria.

Tú voz y el olor de la mañana antes de verte salir hacia el trabajo:
traje gris y un ajuste de camisa y saco,
el cabello abundante negruzco,
luego el sonido del carro.

Adiós, papá, en la noche te veré una vez más.

Ahora esta edad incómoda entre la juventud y el tren perdido se fija en mí,
mientras te escucho aún con el Nano a dueto,
hablar de la casa familiar indestructible,
toda blanca, pequeña y enferma de recuerdos.

Siempre que escuche al Nano será como habitar en tu pecho.
En la tierra sin nadie que habitamos en el sueño duradero
que hemos de cumplir ayer.
Siempre que Nano cante, cantarás para mí, papá.

Y pesa escribirle al padre porque el pecho se rasga
al sonido de una hoja afilada diseccionado mariposas.
Y pesa escribirle al padre porque es el puente y la ventisca,
porque es el ancla y la vida en puerto perdido,
porque es el frío y la taberna sin visitar,
porque el tahúr y el clérigo que te encarcela y te maleduca.

Pesa escribir, padre.
Pesa la edad en ti, pesa en mí.
Pesa la historia y la caída de los párpados:
la piel apenas rígida y mi niñez siempre tuya, padre.




9 feb 2012

llegas tarde a tu tiempo






Fuera de casa, mirlo,
son los pericos en bandada
mejor espectáculo que tú.

Por eso canto con la sospecha del trueno
en los caminos junto a las espigas de la selva:
qué terror yace en la espalda con sudor amarillo.


Cae mi espina dorsal y me pongo loca
porque la lluvia no calma
ni ordena que deje el pecho a medias,
helando bronquios,
sacando vaho.

Al fondo la cárcel de árboles, mirlo.
Luego me adentro en las pendientes
y escucho las bombas
y los aviones que te llevan.

De pronto hecha vieja
regreso al nido
con el tránsito a cuestas,
lejos de las ventanas,
casi de contrabando,
después de arrinconar tus plumas
en los cimientos de la mañana.