Los mexicanos salimos a votar el pasado 1 de julio de 2012. Después de tres meses intensos de campañas electorales, de riñas, cuestionamientos, temores y verdades expuestas e ignoradas, los mexicanos salimos con el calor y la lluvia a votar para elegir nuevamente al futuro presidente de la república.
Ese día las redes sociales jugaron el mismo papel que hacía tres meses. Encuestas, sondeos, comentarios de apoyo y de exhorto. El candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador se postuló como el favorito en el underground de las redes sociales y círculos íntimos sociales. Cerró campaña en el D.F. con un número grande de personas que salieron a dar apoyo y a emitir una opinión a favor de ese movimiento. Confianza, los mexicanos salimos con confianza ese 1 de julio. Salimos a emitir dignamente nuestra opinión y preferencia. Los medios de comunicación hablan de una elección histórica, pulcra, ordenada y honesta. Para los ciudadanos de a pie, la realidad fue muy distinta. Jornada irregular, desorganizada, presidentes de casilla sin capacitación, violencia y delitos explícitos. El IFE, la institución que tanto se ha victimizado, debido al vilipendio de un grupo opositor a los proyectos favorecidos por dicha institución, pero el IFE no pudo responder claramente duda y necesidades claras por parte de los ciudadanos. Me comenta una señora que me permitió entrevistarla afuera de una casilla electoral, que el IFE no supo darle respuesta a la solicitud de renovación de credencial de elector o el rescate de sus derechos políticos, ya que le habían robado un mes atrás, todos sus documentos. La señora fue a dos distritos del D.F. para solicitar información y el IFE cometió una omisión al decirle que NO sabían qué hacer. Irregularidades en un proceso que se ufana de ser transparente, veraz y certero. ¿Debemos definir democracia? ¿Libertad? ¿Equidad? ¿Educación? ¿Honestidad? Palabras que el sistema se ha encargado de intercambiar.
Sin duda los cuatro candidatos presidenciales en México cometieron errores. Josefina VM, Enrique Peña Nieto, Gabriel Quadri y Andrés Manuel López Obrador se manejaron confiados y otros, no el candidato de la Coalición Progresista, actuaron impunemente e inmoralmente. El medio televisivo más grande de América Latina jugó el papel excepcional de engañar a la sociedad, imponiendo a un candidato y maquillándolo como el único y favorito candidato a la presidencia. Gastos exorbitantes en las campañas, compra de votos, guerra sucia, etc.., fueron el escenario que nos definió como sociedad democrática..
¿Qué tan desesperada estaba la sociedad mexicana para escoger el regreso de uno de los partidos que ha destrozado el país? ¿Qué dolor emana el pueblo de México para cegarse? No hablo de los estratos más marginados, los que no tienen nada que perder, porque nada les pertenece. ¿Qué pasó en México el 1 de julio? ¿Quién ganó limpiamente? ¿Qué México nos hemos proyectado? ¿Qué ganamos o qué perdimos?
A las 23:25 horas del centro fuimos testigos de la complicidad criminal, de la imposición y el engaño. De la afrenta al pueblo mexicanos, de demostrarnos que la sociedad debe organizarse sola y partiendo de otro punto, de otra unión de otro bloque.
Unión y lucha se susurra en las calles a los tres días posteriores a la jornada electoral. Lucha y justicia son palabras que aún no se llenan del todo pero que la gente desea pronunciar. Verdad y transparencia tiene un significado. Organización y cerrar filas en la oposición y la exigencia al nuevo gobierno, sea cual sea éste. Hay que preguntarnos honestamente si todo está perdido. Ganamos la oportunidad de vivir un momento histórico, con un personaje excepcional, un momento significativo e intenso. Un momento, que como bien decía él es sus mítines, pudo o puede ser la cuarta transformación de este país, que a todas luces no nos promete ser distintito, equitativo y junto. Y si no se resuelve nada a favor de la justicia y la honestidad, ya lo han dicho, la vida sigue hermosa y feliz y, en combate para conseguir la verdad y la honestidad.
