28 may 2009

We’ll choke on our vomit and that will be the end


Vienes y dices "cometimos crímenes imperdonables".
Secas el sudor de tu vientre y enciendes un cigarrillo.
Tienes las manos con vendas sucias y deshilachadas.
Repites "cometimos crímenes imperdonables".
El espejo del baño te remite a una noche donde tu padre
no contuvo su odio y te arrastró por toda la cocina.
Sólo lograste ver cómo tu madre servía una taza de té.
Yo contengo la respiración y observas que inflo mis mejillas.
En la página doscientos veinticuatro del libro que está sobre la cama
alcanzas a leer "No creo que tarde en ausentarme de aquí".

***


Cargar lo indispensable. Lo que realmente no necesites,
porque decidiste dejar para después una casa que jamás habitarás,
el control remoto del televisor, las once tarjetas de tus futbolistas favoritos,
las estampillas postales, el listón azul de la mesera que te abandonó.

Llevarte las manos a los bolsillos del pantalón: tierra y un par de chicles viejos.
Resumir, hacer recuentos es rendirse por completo.
Piensas que fuera de esta ciudad todo es terreno con treinta y cinco grados de temperatura,
piensas en los hijos que quisiste tener, en el aborto de Lucía, en tu madre untando mermelada
sobre galletas de avena, en los hombres que pasean a las dos de la madrugada,
en los cuerpos que no oliste.

Una valija con puentes peatonales y estuches de costura.
Una cisterna que encenderá cada media hora,
que te recordará lo diminuto de la habitación,
lo frío del suelo de tu casa a las siete de la mañana.

***

El verano de 1997 no saliste de casa
porque Rubén, tu vecino, amenazó con decirle a tus padres
que todos los viernes jugaban en el baño
de su escuela a medirse el tamaño del pene.
Temías que tu padre creyera que no te gustaban las niñas.
Temías que tu hermana mayor esperara sentada a fuera del baño todas las mañanas.
Ese verano tus primos fueron a la playa, dos de ellos te enviaron postales
donde escribieron: Cazería de cangrejos.


26 may 2009

Central Park


Caigo rendida a las siete de la mañana.
Quisiera olvidarme de anoche.
Pienso en la hora que suene mi despertador
y tenga que levantarme al baño mientras me digo
que lo mejor sería regresar a mi cama.

Esta angustia de saberme derrotada,
de tirar la vajilla por la ventana.
Ya no puedo determinar cuál es la temperatura
de la casa, cuál su color exacto.

Esta ansiedad de saberme ausente,
de sufrir por nostalgias ajenas,
por pérdidas que nunca serán mías.

Suena por tercera vez el despertador.
El mismo día de trabajo que el lunes anterior.
Una calle a media tarde que confunde todos sus ruidos.
Los mismos pasajeros en los camiones, en el metro,
en las bancas de los parques.
Todos esperan algo: una rata agazapada en los arbustos,
un globo en forma de pez enredado en los cables,
una niña que orina en el camellón de Insurgentes.

Parece que este lunes todos queremos decirnos "lloverá".
¿Protegernos? ¿Burlarnos? ¿Compadecernos?
Está claro que nadie nunca quiere responder preguntas;
hacerlo te convierte en cómplice, en mentiroso.

La verdad no es buena: quinientas hormigas perforan
la cabeza de una muñeca que se esconde en un viejo bote de juguetes
que mi madre donó a una casa de hogar hacía diez años.

La mentira tampoco es buena: la utopía se desvanece lentamente
como el ruido que hace un hombre cuando se limpia la nariz.

***

Mientras me baño el iPod programa una serie de ocho canciones
que detesto porque son demasiado predecibles.
Recuerdo aquella vez que ambos compramos un par de verduras
para la cena, una lata de atún y unos chocolates.
La cajera del Wal-Mart nos sonrió cuado le extendiste un billete de quinientos pesos.
Caminanos cuarenta minutos de regreso a casa
y tú confesaste que antes de la explosión,
trataste de salvarnos a todos.
Me pregunto ¿qué de mí sin esa historia?
Un campo francés, unas zapatillas con vivos azules,
un bikini extravangante. La tarde donde vimos
que un hombre lloraba mientras leía las páginas de un libro.


***

24 may 2009

NO CASARSE CON LOS MANIFIESTOS. LEER A CARVER DE RODILLAS Y EN SILENCIO.


El gran dilema de ser escritor.

En todas las entrevistas que les hacen a los escritores célebres y no tan célebres, no puede faltar la pregunta inútil de ¿por qué escribes? Es absurdo que le pregunten eso a un escritor, es prácticamente insultarlo. Además la mayoría responde con mentiras o sin sentido del humor.
La respuesta es simple: BUSCO RECONOCIMIENTO.
¿Cuántos escritores serán así de sinceros? Algunos apelan que lo hacen porque no pueden dedicarse a otra cosa, otros porque admiran a Bolaño, Kafka, Ballard, etc., otro grupo de escritores miente y dice que lo hace por amor a la Literatura.

La verdad es que a todos les vale pito la Literatura y está bien. Considero que hace falta un poco de más cinismo al respecto.

Todos buscamos lo mismo, todos nos usamos por igual. Que si eres amigo de tal editor, de tal escritor, de tal periodista, de tal promotor. Todos, señores, buscamos chuparle la sangre al otro. Unos lo disfrazan de amistad, otros de amor, compromiso, colectivo y la infinidad de posibilidades que existe en el mundo del arte.

Es extraño que a estas alturas de mi vida comience a desconfiar de la labor de los colectivos. No tengo ningún tipo de resentimiento al respecto, yo pertenecí a un Colectivo muy singular y que me enseñó mucho. Pero ahora creo que la mayor aportación de esos grupitos nunca llega a verse realmente, digo, por lo menos no hasta ahora. Se reunen una vez por semana a discutir asuntos respecto a poemarios, libros de cuentos, novelas, folletos, plaquettes, y qué se más. Esos proyectos tardan meses en concretarse en las discuciones, después viene el proceso para estar de acuerdo cómo, dónde y cuándo se reunirán para trabajar; paso siguiente, viene el proceso de sentarse con los codos en la mesa y ponerse a escribir.
La realidad los supera, los problemas personales, los odios, mutilaciones, desencuentros, etc., los dejan como niñ@s tristes sentados en una banqueta sin hacer nada, porque pesa más la vida que otra cosa. Por definición todos quieren ser iguales, lo que trato de decir con esto, es que ser diferente es hacer un pacto con el diablo. Y un pacto con el diablo no quiere decir que te ligues a un editor o editora (dependiendo el caso) para que logres publicar en una editorial de prestigio o que busques tener contactos a diestra y siniestra. Un pacto con el diablo habla de tu verdadera intención con la Literatura y puedes tardarte más de un día en llegar a ella. Hacer un pacto con el diablo habla de que no debería dejar de importarte escribir, ya los decía Cobain "Es mejor quemarse que desvanecerse lentamente".

Debo confesar que conozco nóveles escritores que sé, no harán nada por sí solos y me duele, pero también comprendo que la utopía está chida, sin embargo, no te da dinero, fama y reconocimiento.

Ya sea individualmente o en colectivo todos buscamos escalar. Y sí, estoy de acuerdo, todo es por la Literatura.


20 may 2009

Lirva cumple años junto con este blog. Años perro, años iguana, años Pavese, años todavía, años debajo y sin apuros...


http://imagecache.allposters.com/images/pic/LPIPOD/20885-30~Traffic-Times-Square-New-York-City-New-York-Posters.jpg


A unas horas de mi cumpleaños veinticinco, me puse sentimental, mucho. La verdad es que me pongo sentimental desde que cumplí quince años.
La verdad es que duele, cada vez más, envejecer.
La verdad es que en este momento de mi vida soy feliz. Feliz asecas.
Me sorprende la capacidad que he tenido de aterrizar todo lo sucedido. Saber qué puedo arreglar y qué cosas no necesitan arreglo, sólo dejar que se alejen para olvidarlas o despedirme de ellas sin que me duela.

Disfruto mi vida ahora. Disfruto ser una niña-adulta. Mi casa, casa que finalmente no tuve que dejar. Y todas las noches que entro y miro ese muro rojo y a naif (mi planta) en la mesa, las voces que dolían, esos ecos asesinos, ya no me quitan el sueño.
Trabajo como esclava, voy a talleres, preparo apuntes, escribo como loca, salgo a muchas fiestas, leo un libro diario o uno cada tres días, voy a exposiciones, a conciertos, a caminar sola por esta ciudad con influenza.


Visito viejas amistades, procuro las nuevas. Todos los fines de semana salgo por un café, a comprarme ropa, a rolar por la ciudad en el coche de Nan (una hermana no de sangre, pero como si lo fuera.)

Y casi no tengo tiempo de dormir y aunque algunas veces recaigo física y emocionalmente, hay familia que me saca a flote, como Sam, Mel y Janik. Las cuales han llorado conmigo y también han reído. Las que me permitieron conocerlas y darme cuenta que fui una idiota por juzgar apresuradamente. Son más cagadas de lo que imaginaba, y las amo. No puedo olvidar (literal, porque me jode cada cuatro días con un mail que me dobla de la risa), mi hermano, mi carnal, mi pinche huesudo de mierda, el Oli, el pinche güero al que profundamente admiro y quiero.

Mi "siempre tendremos 16", mi pesadilla, mi despedida perpetua, mi hogar y mi espejo. Mi Flaka que ahora es toda una señora de familia. Mi esperanza, mi dolor que vive en Madrid, porque aunque siga en esta ciudad, su corazón está allá y eso hacemos los amigos, nos solidarizamos. Ella me dijo hace seis años "El sentido de la amistad es que una parte de mi sea tuya y una parte de ti sea mía". Cobra tanto sentido ahora. Ella que pudo superar todas las trincheras y que sangró porque le enterré un cuchillo en la espalda, ha cumplido conmigo el proceso de sanación. Ahora caminamos y platicamos horas larguísimas y no paramos de reírnos, porque nos vemos, nos sentimos, nos perdonamos, nos hacemos viejas con amor y entrega.

El señor de las mil batallas. Ese gato desvelado que seduce a las ninfas todas las noches. Ese niño hipocondriaco que toca la guitarra y pasea en los parques con un sombrero. El susurro que muchas vidas atrás me arrastró a dormir en paz sobre las luces de Oaxaca, sobre todos los cines de la ciudad, sobre todas las librerías y bares donde bailamos salsa y electrónico. Mi querido cómplice, mi viejo amigo. Mi gran amigo Ricardo (con apellido mamón.) Tanta vida nos resguarda y nos espera al cruzar la calle, esa calle donde siempre me sonríes cuando descubres que te busco en la entrada del metro, pero tú esperas sentado en la puerta de una pastelería. Una amistad eterna, un cariño que con los años y más viejos sabemos que no dejará de crecer, sino sería aburrido y estaríamos muertos.

Porque Nati me lo dijo hace unos días "En un corazón pequeño cabe la gente justa y necesaria". Cuánta pinche verdad.

Un año más, un año con tropiezos descomunales, con errores y con vivencias que te cambian para toda la vida y soy feliz por eso. Porque sin todo este año yo no estaría parada aquí. A todos mis enemigos les digo que muchas gracias por arrastrarme hasta este lugar, porque ahora, como nunca, intuyo dónde estoy parada y hacia dónde voy, porque ahora entiendo que perdonar a veces no vale de nada, el punto es no necesitar pedir perdón. Porque la venganza no me dio paz, me dio sabiduría. Porque si los lastimé y rompí cada una de sus entrañas, no pido disculpas. Pido que de esto y aquello den pasos con tinta y cigarros que se aferren a las páginas que los mantienen vivos; que son eso y no otra cosa.

A unas horas de mi cumpleaños y yo tengo que terminar la corrección de unos cursos y no entiendo muy bien. A unas horas de, como me dijo mi viajero incansable, "estás a punto de entrar en plenitud sexual".


Y el tiempo es un balón en medio de una cancha de futbol. El partido comienza, amigos.


SHANDY SHANADÚ

La imagen “https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcPpDfQTIhT0RC47AFGQ7bSv6PIXMWVhN3oCNcAOT8LL5CoJWEb-sioaFX07o1CtTS8XS2Hd89ZD3PGDkqgIjngQf_AzCqwgY1dxxIZSykdmQ4WaSr8F0fSk-02wmSqGq9az597cTU6Yke/s320/In_the_Mood_for_Love1.jpg” no puede mostrarse, porque contiene errores.





Una maleta donde quepan un par de cosas.

Viajar, perder países

Un vagabundo que profane una estatua sagrada, que la orine a las cinco de la mañana.


Hacer del nomadismo una religión, un puente entre Japón y Venezuela.


NOMADISMO LITERARIO

La soltería como una declaración de amor.

Un reloj estero fónico.


La brevedad como un estilo de vida.

Si el cepillo de dientes y una pala de enterrador no te caben en un maletín, olvídate, aspirante shandy, de beber una copa en la negritud de las hojas.


Arriesgar la vida, sino te atreves lo suficiente, por lo menos arriesgar la locura.


Un shandy, un enterrador, una diapositiva, una cuchara que rompe el silencio a media noche, porque cae entre el sueño y la vigilia de un cerdo que mastica un huevo y lame sus heridas.



11 may 2009

BPM37093




El camión se detuvo para que una señora con dos bolsas
pudiera abordar, yo jugaba con el cable de los audífonos de mi iPod.
Cada vez que el chofer decidía detenerse yo suspiraba poque cada vez se hacía más tarde.
Cuando llegué a casa, mi padre estaba sentado en el sofá amarillo,
me pidió que avanzara rápido para no obstruir el campo visual entre él y la tv.

A mamá le conté que en la escuela me había ganado el segundo lugar
de un concurso de cuentos de terror. Ella me felicito como se felicita
al gato porque aprendió a orinar en la caja de arena.

Ninguna de mis dos hermanas estaba en casa.
Entré a nuestra habitación. Encendí la grabadora,
sintonicé el 105.7, sonaba un comercial sobre partidos políticos.
Saqué de mi mochila una vieja cajetilla de Camel y decoré con dibujitos
los dos cigarrillos que tenía.

Mamá gritó para que bajara a comer.
Ya en la mesa ella tiró un vaso con refresco sobre las servilletas.
Me reí con las manos y los pies, di golpes en el piso y golpeé la mesa.
Papá me observaba sorprendido. Pidió que le llevara mi mochila
para revisar sino traía drogas o una nota mala de algún profesor.
Vio el diploma del concurso que gané y sostuvo mi mano durante un minuto.
Luego me dio una nalgada y me dijo que desde mañana entraba al deportivo
que está a dos calles de casa para que comenzara con algún deporte deporte.
Las opciones eran: básquetbol, tae kwon do y natación.
Los jueves guitarra, serigrafía y tarde de lecturas.
La semana siguiente mamá me esperó sentada en una banca a que saliera de la alberca.
Sonreí y quise que esa tarde sus pies fueran arena de gato y un tazón de leche fría.

9 may 2009

Calcomanía en el refrigerador



Para Anémonas (1)


La calle como derivación, como extremo impermeable.

La calle donde quise mirarte andar en bicicleta
con cinco libros en la mochila y un par de rodilleras de colores.

Buenos Aires es como todas las ciudades, quizá un poco más triste
con sus mujeres rubias, sus perros con correa, el azulejo verde del subte,
el champán en botella de 250 mililitros.

La cámara dispara: un viejo de ochenta años desliza a una joven
por las mesas y de fondo Gardel en versión electrónica.

¡Diego, Diego! Todos gritan su nombre: una remera, una postal,
un tarro autografíado, un porta llaves en forma de balón.

Parece que la ciudad duerme después de las 10 p.m. y yo camino por Rivadavia;
hombres y mujeres deshacen cajas de cartón.
Basurra por toda la acera
como si el objetivo sea dejar un banquete para las ratas y los perros.

En Capital no existe otra cosa que no sea caminar y encender un cigarro,
porque el tiempo se extiende en los balcones franceses,
en la inmesa línea de mesas al aire libre,
en el olor a podrido y el goteo de los ventiladores.
Porque ahí parece que sucede todo:
las avenidas larguísimas, los teatros cerrados, el puerto y su barco de juguete
donde pagué cinco pesos por un alfajor y una soda de ananá.
De fondo:
Che, mirá las luces del Luna Park.

***

6 may 2009

Un adolescente escribe una carta de amor


Un conglomerado de hormigas se desplaza del plato de croquetas que está en el baño, debajo del lavamanos a la regadera. Cinco de ellas cargan un trozo de coqueta. Yo orino y leo la etiqueta de una botella de gel antibacterial. A diferencia de muchas otras etiquetas de embalajes, ésta es aburrida porque es simple y sin nombres raros de químicos alternativos. Lo más atrevido que dice la etiqueta es "Producto inflamable" con una tipografía escandalosa.
Salgo de casa y voy al supermercado. Me dirijo a la farmacia y lleno el carro de botellas de antibacterial. Ya en el estacionamiento abro la bolsa y comienzo a leer las etiquetas. Todas dicen lo mismo. Me siento como en una película de Freddy Kruger donde se repite una y otra vez la misma escena. Tiempo circular. Subo al coche, enciendo la radio y una locutora habla de un cuento sobre una epidemia de fiebre que después de diez días se convierte en un ataque zombie. Cambio de estación y suena el nuevo sencillo de The Flaming Lips. Conduzco hasta el segundo piso del Periférico; cometo el acto descabellado de manejar hasta San Jerónimo. En uno de los semáforos de Eje 10, un hombre se arroja sobre el coche. Le veo los ojos rojos y una leve secreción verde en las mejillas. Miro el asiento del copiloto, suspiro aliviada de tener más de quince botellas con la leyenda "inflamable."

***

Llegó a casa un paquete con un nota pequeña:
Por todos los años juntos en la Ribera del Duero.
En éste había tres sobres repletos de fotografías,
abrí uno de ellos y miré a una niña de quince años
que apuntaba con su mano derecha, simulando una pistola.
En la imagen ella trae un suéter verde y una falda gris.
Logré reconocer el cabello de la chica
e inmediatamente le grité a mi esposa
para que bajara al estudio.
Recordé que mi mujer había ido a visitar a su madre.
Vi en cinco minutos todas las fotografías
y seleccioné una donde ella, la misma niña,
saluda a la cámara mientras sostiene
una paleta morada en la otra mano.
Al reverso de la imagen pude leer:
Nunca me importó dar en el blanco.

Toda nuestra historia juntos existe en esta caja
que la chica de las fotografías envolvió en la cocina de su casa
mientras su hija desenredaba de la ventana un listón azul .

***

Un hombre amanece despeinado, se mete a la ducha
y repasa su disculpa por llegar tres minutos tarde a la oficina.
Esa mañana decide que irá de jeans, camiseta verde
y la chaqueta azul que su novia olvidó antes de irse de casa.
Sale de casa sin su iPod, es consciente de ello hasta que sube al camión
y busca en su mochila el arma que lo hace evitar la reprenda
que una mujer hace a su hijo por no haberse cepillado los dientes esa mañana.
Se baja del camión dos calles antes de su destino y enciende un cigarro.
"Esto no es una película", se dice y corre hacia la oficina.
En el elevador contiene la respiración y saluda a su jefa.
Hace cuentas, faltan cinco horas para que salga a comer
y diez para que esté de regreso en casa;
donde abrirá una lata de champiñones, los bañará de cátsup
y esperará dos horas más para ver Malcolm in the middle.
En el capítulo de ese día, el más pequeño de los hermanos
beberá diecisiete latas de jugo energetizante
y golpeará a su madre con una cuchara durante el desayuno.
Después de eso apagará el televisor y trazará mentalmente
la distancia que recorren de la cocina a su recámara
la trescientas hormigas que viven en su casa.


5 may 2009

Wolverine nació mutante y Batman lo sabe...


Para Lirva que abandona
el edificio



Está de pie en el techo de un edificio.
Espera que la ciudad arda,
que la alarma de un coche le indique
que debe bajar y rescatar a la niña que tiembla.

Está herido de una pierna y un brazo,
quisiera enceder un cigarrillo,
pero su traje es demasiado ajustado.
Se mira viejo y sin Robin.

Entiende que para convertirse en héroe tuvo que construir sus armas,
su fuerza era insuficiente para vencer la noche
que ahora lo contempla y le recuerda que es humano.

Mira el cielo que lo llama, sin embargo, sangra como todos los hombres.
Sabe que sus heridas serán permanentes,
dejarán cicatrices y una punzada diminuta
que hará su labor cada vez que extienda su capa,
decida abrir la puerta y pelear con las sombras y la burla de Ciudad Gótica.

4 may 2009

El niño que vención el violento mar



Un apuntar al aire. La caja negra del avión. Registros que no hablan
de nosotros juntos en una habitación llena de recortes que ahora
no logro recordar porque mil años atrás yo estuve sentada oliendo
el humo de tu cigarro, mientras paseabas en aquella diminuta habitación
con el dios del sexo y tres libros de Raymond Carver. Donde quise robar una película,
pero decidimos mejor verla y ambos en silencio jugábamos a pasarnos cigarros
y estar atentos en las imágenes; cuando lo que debimos haber hecho era nombrar
que no era necesario inventar una amistad ni pláticas en las que decías no ser feliz.

Dejamos que otros sospecharan que una vez coloqué mis piernas sobre las tuyas
y estábamos en un café con cuatros personas más y sentí deshacer bolitas
con las servilletas porque las sospechas eran nefastas en comparción
a un suicidio en las vías del metro. Una muerte mal construida.

***

Más que la nada, existe este deseo de matarte, de no dejar rastro de ti.
Como si aquella noche nunca hubiese existo. Donde debimos decirnos:
sí, duele al caminar, al subir las escaleras, al beber este café dulcísimo,
al mirarte en el balcón de tu casa esperando a una niña de once años.
Duele si juego con el interfón del edificio donde vivías.
Duele, maldita bastarda. Duele, maldito bastardo.

Más que la nada, existen estas ganas de largarme a correr por tu calle,
colocar cabezas de gatos con agujas en los ojos. Dejar antrax en tu buzón,
y después matarme, porque no soportaría el espacio en blanco después de la explosión.

***

Dolió aquella llamada que no fue mía,
que fue para ti, para ustedes dos. Yo sólo sostuve la mano de un hombre pálido
y emocionado por verte. Yo esperé una hora en las escaleras del metro.
Yo tuve que contenerme y dejar que avanzaran por aquellas calles larguísimas.
Yo decidí.

***

Seis tipos entran erguidos en un Oxxo. El más guapo toma una revista y la coloca en la bolsa trasera de su pantalón lleno de cadenas. En la revista hay una fotografía suya, pero él no lo sabe.
Todos se colocan frente a los refrigeradores y se apuntan con seis armas. Uno de ellos pregunta ¿puedo llevarme un Boing? Todos ríen, así que lo abrazan y salen del lugar con una bolsa de chicharones y dos six de cervezas, uno para compartir entre ellos y otro para dejarlo en un parabús.

***

Y el tiempo fue piadoso.
Todos podemos vivir sin el otro.
Qué verdad corrosiva:

Un triángulo de seis lados amputados.