He pensado no volver a escribir. Lo hago poco y mal.
***
He pensado irme del país, ser otra persona, sin anclas en muchos puertos, sin bares donde vea a la misma gente y no nos reconozcamos, sin una sombra que diga que es mía y yo la rechace constantemente todas las tardes y luego sienta culpa o arrepentimiento por haberme quedado sola.
***
Odio los aviones. Odio empacar. Odio el trámite para conseguir un pasaporte donde la foto sólo indica que no te pareces nada a ti mismo.
***
Estoy triste. Mejor dicho, estoy jodidamente triste.
***
El blog primero fue un juego, luego un refugio, luego un diario cifrado, posteriormente pasó de ser una vil pantalla negra a ser un espejo; luego se convirtió en una cueva dónde sólo los que trajeran leña y agua podían entrar. Al final, el blog es lo único real, duradero y honesto que me queda.
***
¿Para qué ser otra persona? ¿Para qué de borrar teléfonos, direcciones, fotografías, notas en el baño, en el horno de microondas y en el librero? Si la casa sigue igual.
Es más fácil destruir una casa que construirla.
***
El departamento sigue intacto. Bueno, casi intacto, un vecino o un enemigo o un ratero (que despreció mis posesiones y no quiso llevarse nada) rompió la ventana de la cocina de mi casa. Fue lo que descubrí ayer cuando regresé a casa. Estuve quince minutos parada, con un cigarro en la mano tratando de recordar si había sido yo la causante de tan lamentable accidente.
***
Después de todo no he regresado a casa. Soy una cobarde.
***
Fumo una cajetilla de cigarros al día. No me he sentido mal físicamente y no pienso hacerlo. Tampoco pienso dejar de fumar.
***
He cancelado la música en mi vida, por lo menos durante unos meses, a ver si de esa manera logro escuchar otras cosas: las conversaciones en el camión o los vendedores ambulantes.
***
Digo mi casa y sonrío un poco. Diré mi casa mes y medio más.
***
De verdad no puedo entrar a la casa. Tengo la misma sensación que tuve hace casi diez años cuando mi mejor amigo me violó. La misma sensación después del velorio de mi abuela. La misma sensación que tuve cuando mi sobrino de tres meses de edad y con su mameluco verde de rana se convulsionó una noche: miedo seco.
***
Vi a Anelí porque no puedo ver a nadie más. Fui a verla al café lésbico donde trabaja. Conocí a Mélida.
***
Anelí insiste que entre al departamento, que esa noche ella me hará compañía. Insiste en tomar las llaves y abrir la casa, comienzo a llorar y le digo que no camine descalza, hay vidrios en la sala. Ella responde "después de hoy ya no habrá nada que te lastime aquí." No puedo, insisto en no voltear. Anda, Topito, dame la mano, lo hacemos juntas, me dice. Esos son tus cuadros, tu pared roja, tus libros, tu cama, tu cocina; esta es tu casa. Le contesto: "mejor dormimos en casa de tu mamá como en los viejos tiempos."
***
Mélida= media cabeza rapada, delgadez extrema, voz masculina y un par de anécdotas de Tijuana, lugar donde nació.
***
Anelí me despertó con gritos y poco faltó para cantarme las mañanitas. Me dijo que fuéramos a desayunar y luego a cobrar un dinero. Yo sólo quería salir de esa casa, ella lo comprendió y me dijo que durmiera una hora más en lo que ella preparaba café.
***
Anelí llegó con una planta. Me dijo "tu planta". La señora que me la vendió dijo que es perfecta para ti, sólo tienes que regarla una vez a la semana. Yo le contesté que lo olvidara, que la planta estaría muerta antes de un mes. La planta se llama naif y hoy le reclamé que no me dijera por qué se secó una de sus hojitas si no llevamos ella y yo ni dos días juntas.
***
Llegué con mi nuevo psicólogo y le dije que el motivo de la visita tan urgente era porque tengo miedo de entrar a mi casa, que en las noches, mientras duermo, me caiga una lámpara o me trague una araña y muera. Héctor sonrió y dijo que alquilara un cuarto de hotel. Me reí y en ese momento me dije que esa tarde gastaría los mejores doscientos pesos de mi vida.
***
Una terapia para qué, le digo a Héctor. No sé, tú eres la que vino hoy, no yo, me responde.
***
Me repito "segura, segura, segura" y luego duermo. Hoy trabajé y me dije la misma palaba y en la misma cantidad, el problema es que no pude dormir y tuve que soportar la mirada perdida de diez adolescentes que ríen de todo. Los odié.
***
Héctor me dice que es normal que vea la caja de pañuelos en su escritorio, aunque lo más común es que los use si los necesito. Me digo que de eso va todo esto y no lloro ni una sola vez.
***
¿Puedo verte el viernes o el fin de semana, Héctor? No, Avril. Saldré a Querétaro a dar un curso y regreso hasta dentro de una semana. ¿Por qué te vas? Un curso. Ah, sí.
***
Veo en la televisión que una chica se cuestiona su ser virgen. Yo nunca hice eso. Yo nunca creí coger en la vida. Yo siempre fui la niña gorda que nunca tuvo novio de secundaria, que en la escuela le decían que olía mal y que cuando comía mi sandwich parecía trailero. Yo, que tuve mi primer beso después de que me metieran por primera vez la verga, y no fue el mismo chico.
***
No quiero el fin de semana.