evitamos mirarnos a los ojos durante las últimas dos horas
.
tomamos fotografías de todas las cosas que hay en la casa
para no guardar imágenes que nos recuerden
los despojos de la inundación de las seis de la mañana
y el frío del cielo en la ventana
fulana de tal
.
partimos de los puntos en las sienes
que dejamos en el elevador
para hacer de esta cámara humana
un puente anegado entre los sorbos de café
y las ciudades suspendidas a las que no regresaremos
lirva
.
esas fotografías (toda la comida encima de la mesa y mi cara despintada, con ojeras y el cabello sucio y la ropa de ayer y lo que dejé en el autobús de la noche anterior y el eco de una laguna en una ciudad ajena) servirán para regresar siempre a este punto final, en que las ascuas dejaron de arder
por irse a hundir en otro mar
que en realidad
tampoco existía
por irse a hundir en otro mar
que en realidad
tampoco existía
macedonia malacara
*