31 mar 2011

por el extremo de mis nervios principales



Para Aura



De Joaquín Gianuzzi


Sobre el pasto declinante

un grillo se arrastró hasta mi sombra

y se detuvo, perplejo,

ante una amenaza de disolución.

Después se aplastó, buscando

su propia tumba

y sintió cómo el mundo se enfriaba.

Así fue el comienzo

de la verdad de un año que no amé.




28 mar 2011

necesidad de golpear a un hombre caído



De Anna Sobieska


En vela

No te concedieron el insomnio para eso
para que te evadieras con la química del sopor
sino para que atravesando el plasma de la noche
penetrases en cada oscuridad
cruzaras los muros de las cárceles

hasta alcanzar las salas de los hospitales
en las que hay quien llama desde hace mucho
para que velases junto al que ha muerto
cuando a la familia la vence el sueño
junto a quien arde en la hoguera de su conciencia
junto a quien da a luz y junto a quien expira
dando un grito
estar en vela esa gracia te concedieron
para que descendieras a la oscuridad de la oración
como a una cueva que también es cumbre
y allí en lo más profundo en su centro invisible
vieras el destello de ese costado y de esa herida
y te arrojases sobre ellos con tu corazón y con tus labios





22 mar 2011

el metálico nido custodia nuestros sueños




De Gonzalo Rojas



Los cómplices

Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.




la inicial del muerto




De Marosa di Giorgio


Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado...

Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se
alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la
noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí.
Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande,
con rizos, vestido celeste.
Un picaflor le trabaja el sexo.
Ella brama y llora.
Y el pájaro no se detiene.





21 mar 2011

museo




La primera vez que leí a Mecedonio Fernández estaba recién divorciada. Fue una época de lamentaciones, caminatas nocturnas y fines de semana que se resumieron a encierros en casa. Pocos meses después me despidieron del trabajo. Sufrí de insomnio y pasaba las noches bebiendo y leyendo. Dormía durante la mañana.

Leí a Macedonio para amueblar la casa en ruinas que es un cuerpo a solas. No hacía otra cosa que no fuera pensar en él; imaginaba conversaciones posibles, encuentros, coqueteos, alguna pelea fuera de un cine o unas vacaciones en Rosario. Hice de él mi amigo y mi nuevo esposo. Estaba emocionada.

*

Un día encontré en casa de un amigo Papeles de Recienvenido, y lo robé. Fue más por el gusto de tener una aventura que por la curiosidad de leerlo. Estaba cansada de Macedonio. De tener que comprenderlo; de que su tristeza me llenara el pecho de angustia y enojo.

Ese cuerpo paradójico y desarticulado en Papeles de Recienvenido cambió mi vida. A manera de construirnos como un nuevo equipo cedí todas mis cartas y me dediqué al divertimento y lo utópico del enamoramiento. Era ese Macedonio que tanto esperaba. Era yo la intromisión de cada línea, el desgano y la burla; también la contención y la tristeza, el saludo y el discurso de bienvenida. Era yo viviendo el matrimonio perfecto con ese hombre que no se atrevería a dejarme.

*

Luego, como es costumbre, me olvidé de Macedonio y seguí mi vida. Hasta que una noche, en una cena, después de escuchar la innecesaria explicación de mi compañero, apelando a que él era mejor que todos los demás compañeros de la mesa, porque no veía cine ("ya que el cine es para las sirvientas"), volví a pensar en él, vino a mi mente, clarísima, la línea "nadie escribirá más alegremente", y estuve al borde del llanto, me levanté de la silla y me dirigí al baño. Desde niña mi madre me enseñó que las mujeres van al baño para tres cosas: rascarse los senos, mirarse los dientes en el espejo y llorar. Por supuesto no hice ninguna de las tres. Regresé a la mesa con mis compañeros y me interrogaron por mi larga ausencia. Como burla exclamé que había salido a fumar y recordar un poema de Macedonio. El mismo compañero que no ve cine, me respondió que Macedonio era uno pendejo, un don nadie, que era el tipo más soso e imbécil de la literatura iberoamericana. Le contesté: nadie que me conmueva tanto y me llene los ojos de galaxias puede ser tan horrible persona. Ah, claro, a menos que te gusten los puros idiotas, respondió él.

*

Ahora me topo con una fotografía tuya. No sé si te ves tristísimo o sólo dejaste de ser el mismo. Aún sigo al borde del llano. Aún estoy aquí.


*


15 mar 2011

soy la ciudad maldita en cuya tierra no florece un sólo puente memorable





De Panero


Un asesino en las calles

No mataré ya más, porque los hombres sólo
son números y letras de mi agenda
e intervalos sin habla, descarga de los ojos
de vez en vez, cuando el sepulcro se abre
perdonando otra vez el pecado de la vida.

No mataré ya más las borrosas figuras
que esclavas de lo absurdo avanzan por la calle
agarradas al tiempo como a oscura certeza
sin salida o respuesta, como para la risa
tan sólo de los dioses, o la lágrima seca
de un sentido que no hay, y de unos ojos muertos
que el desierto atraviesan sin demandar ya nada
sin pedir ya más muertos ni más cruces al cielo
que aquello, oh Dios lo sabe, aquella sangre era
para jugar tan sólo.



11 mar 2011

quien no se rompa en pedazos






De Mark Strand


Los restos

Yo me vacío del nombre de los otros. Vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al borde de la ruta.
En la noche retraso los relojes;
abro el álbum familiar y observo al muchacho que fuí.
Digo mi propio nombre. Yo digo adiós.
Las palabras se siguen viento abajo.
Amo a mi esposa pero la aparto de mí.
Mis padres se levantan de sus tronos
hacia el lechoso cuarto de nubes. ¿Cómo puedo cantar?
El tiempo me dice lo que soy. He cambiado y soy el mismo.
Yo me vacío de mi vida y mi vida permanece.




10 mar 2011

sensata







De Mark Strand


Mantener las cosas juntas

En el campo
soy la ausencia
de campo.
Siempre
es así.
Dondequiera que esté
soy lo que falta.


Cuando camino
parto el aire
y siempre
vuelve el aire
a ocupar los espacios
donde estuvo mi cuerpo.


Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para mantener las cosas juntas.





8 mar 2011

child





Para Aura, lo sabrás





si alguna vez piensas en aquellos meses
con mandíbulas en la puerta
y un boleto sin aeroplano en tu vientre
pregúntate si todavía

cuando creas que han venido por mí
y por los duraznos entre tus tobillos
pregúntales si todavía

no pienses que al despertar estás en siberia
para ti será bueno que responda
construiremos aves y escafandras todavía


nieve





De corte en gran parte autobiográfica, la obra de Walser se distingue por su luminosidad. A pesar del carácter exaltado y voluble de sus personajes, todo lo que la vida les presenta es motivo de asombro y deleite: los juegos infantiles, una tarde de verano, una mirada femenina escurriéndose a media luz por la ventana. Sus narradores experimentan el mundo casi con los ojos de un niño. Pero esa supuesta ingenuidad no es sino una actitud ante la pérdida inevitable a la que nos someten los monstruos de la conciencia. Es más bien una rendición antes de la lucha por la trascendencia, y un bienestar dentro de esa seguridad relativa, pues el hombre es estúpido y fugaz.


porvenir

de repente yo mismo soy tristeza




De Gonzalo Rojas


De la liviandad

Volviendo sobre una línea de Cortázar, las mujeres
cómo recaen. Man Ray
hizo la foto: lomo largo
con todas las vértebras preciosas a la vista y ella cayendo
flexible en el encantamiento, flaca
la pelirroja, lista
para la otra pasarela del placer, los tirantes
por allá, las medias disparadas, y algo más lejos
en la otra punta de la alfombra los dos
zapatos altísimos sin nadie muertos de amor, tristísimos
y viudísimos de ella pidiéndole frenéticos que no,
que su cuerpo blanco no, que no se entregue
a la usurpación, que vuelva
como en el tango, que
no. -Cierren
finas las cortinas.



7 mar 2011

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De Felipe Granados


PARTE MÉDICO

Dice el doctor
Que podría quedar ciego

Que hay un monstruo
Que podría instalarse en mi cerebro

Y tendríamos que sacarlo de allí
A punta de patadas.

Yo pienso en cosas vanas
A saber
Quien vendrá a leerme
Versos tristes.

Quien va arrullar al
Monstruo

Con canciones
Antiguas
Cantadas al borde

De mi cama




3 mar 2011

noticias del hospital




Wislawa Szymborska



Echamos suertes quién debía ir a verlo.

Me tocó a mí. Me levanté de la mesa.

Se acercaban ya las horas de visita al hospital.

No respondió nada a mi saludo.

Quería cogerle de la mano, la apretó

como un perro ambriento que no suelta su hueso.

Parecía como si le diera verguenza morir.

No sé de qué se habla con alguien como él.

Nuestras miradas se evitaban como en un fotometraje.

No dijo ni quédate, ni vete.

No preguntó por nadie de los de nuestra mesa.

Ni por tí, Juancho, ni por tí, moncho, ni por tí Pancho.

Empezó a dolerme la cabeza. ¿Quién se le muere a quién?

Exalté la medicina y las tres lilas del vaso.

Hablé del sol y fuí apagándome.

Qué bien que haya peldaños para salir corriendo.

Qué bien que haya una puerta para poder abrirla.

Qué bien que me esperáis en esa mesa.

El olor a hospital me provoca náuseas.

2 mar 2011

al excelentísimo señor el conde-duque




Luis de Góngora



En la capilla estoy y condenado
a partir sin remedio de esta vida:
siendo la causa aún más que la partida,
por hambre expulso como sitiado.

Culpa sin duda es ser un desdichado
mayor de condición ser encogida;
de ellas me acuso en esta despedida,
y partiré a lo menos confesado.

Examiné mi suerte al hierro agudo,
que a pesar de sus filos me prometo
alta piedad de vuestra excelsa mano.

Ya que el encogimiento ha sido mudo,
los números, Señor, de este soneto
lenguas sean, y lágrimas no en vano.